Shawn Achor |
Durante esta semana me topé con
un artículo muy interesante publicado en el portal web de la Revista Dinero,
estaba titulado “La rentabilidad que genera la felicidad”. Me interesé en el
texto y lo leí con cuidado. Era un artículo basado en los principios que Shawn Achor, profesor de la felicidad de Harvard, utiliza
para instruir a los alumnos de tan novedosa clase.
Con el título me pregunté ¿se
puede comprar la felicidad? Y si soy feliz, ¿le puedo vender a alguien un poco
de mi felicidad?
Es claro que hay una necesidad
palpable y es que la gente está carente de afecto. Descubrí que soy un
millonario de la felicidad y que aunque no la cargo en efectivo, tengo el
cajero de mi corazón lleno de ese tesoro.
Soy un convencido de que el dinero no compra la felicidad pero si es un
instrumento que genera espacios reflexivos que invitan a descubrirla.
Por ejemplo, un viaje con mi
familia para conocer lugares maravillosos sería un momento de alegría. Cada
momento de alegría al que le invierta estaría alimentando mi felicidad, pero,
siempre y cuando se disfrute dicho momento, se esté con los que queremos estar
y aprendamos de cada una de esas experiencias.
Cuando un experto se para frente
a nosotros a hablar de felicidad no es nada más que la recopilación de
experiencias felices expuestas a la luz y que nos da ideas de cómo invertir
nuestro tiempo, en actividades que propicien momentos felices.
No hay brebajes, formulas,
pastillas, que aumenten nuestra felicidad, eso lo construimos nosotros mismos a
través del “amor”.
Cuando nosotros amamos a alguien o
algo, estar con esa persona, o estar realizando esa acción, nos genera una
inyección constante de felicidad a nuestras vidas. Cada acción que hagamos en
pro de eso que amamos es lo que nos hace feliz.
Ser feliz no es más que estar
contento con cada acción que pase en nuestras vidas, sin importar las
vicisitudes que se nos atraviesen. Ser feliz es gozar cada momento teniendo en
cuenta que amamos la vida y por ende somos unos agradecidos.
La gratitud y el amor, se
complementan en cada situación y a medida que pasan los años vamos acumulando
todos esos momentos de alegría y los vamos guardando generando así lo que todos
conocemos como Felicidad.
¿Se puede pagar por ella? Si, por
ejemplo, se puede pagar por un psicólogo que nos ayude a identificar nuestros
temores, nuestras frustraciones, nuestros traumas. Cuando superamos esto,
podemos encontrar en nuestros momentos espacios de felicidad.
La carencia afectiva por ejemplo,
es más un problema psicológico que de falta de método. La autoestima la estamos
resolviendo con el físico más no con nuestra paz interior.
Cuando vamos a una conferencia o
a una cátedra sobre la felicidad, sabemos que más que por los tips, vamos en búsqueda
de una experiencia que nos llene de alegría y esa experiencia la encontramos en
espacio que nos permita reconocernos a nosotros mismos. Que nos invite a
explorar nuestro “yo” interno y nos ayude a conocer eso que no nos deja
avanzar. Cuando lo encontramos y lo superamos somos felices.
¿Se puede vender felicidad? Claro
que puedo, cuándo alguien me invita a conversar y me invita un café estoy
vendiendo un momento feliz, lo que pasa es que lo hago por canje. Para mí
tomarme un café en un Juan Valdez y
sentarme a batir cultura es un momento feliz, y cuando comparto con la persona
mis momentos felices, ella se va con un referente que puede poner en práctica
para lograrlo.
Cuando hablo de felicidad
contagio al otro y ese otro a otro y a otro, en fin, por eso es lo que pagamos.
Por aprender de las experiencias felices de los demás.
No se han dado cuenta que cuando
vamos a un congreso siempre los conferencistas nos citan casos de éxito,
experiencias aplicadas que tuvieron excelentes resultados. Bueno, lo mismo pasa
con la felicidad, no hay nada más pedagógico para enseñar a ser feliz, que ser
feliz.
Pero mientras eso pasa las
empresas deberían contratar gente feliz para que contagie a los demás de esa
felicidad. Porque hoy en día señores, se calcula que el 45% de las personas no
están felices con su trabajo. ¿Saben por qué? Porque no aman lo que hacen y
hacen lo que les toca. ¿Qué hacer? Invertir; ¿qué hacer? Aprender; ¿qué hacer? Arriesgarse;
¿Qué hacer? Conocernos; ¿Qué hacer?...
¿Es rentable invertirle a la
felicidad? Pero por supuesto, es el negocio más rentable del mundo, no hay nada
más productivo que un ser humano feliz. Si no me creen a mí, no le pregunten a
Harvard, pregúntense a ustedes mismos, ¿soy feliz?
Insto entonces a que empecemos a
comprar momentos felices, no a comprar cosas que nos hagan felices, porque las
cosas sin momentos, son solo eso, cosas.
Espero que les haya gustado este
texto, hace mucho tiempo no escribía para mi blog. Quiero rescatarlo, me hace
feliz.
Un abrazo gigante para todos.
Si tienes algo para compartir o
debatir, adelante!!!
#Séfeliz
Edgar.
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