martes, 23 de agosto de 2011

"Si Facebook y Wikileaks son el nuevo periodismo, es una tragedia": Gay Talese



 Muchos periodistas y directores de medios de comunicación centran su base de fuentes en aquellos que manejan el poder, algunos se involucran tanto para mantener el flujo de información activo que se integran de forma amistosa. Gay Talese explica la necesidad de mantenerse al margen, para poder describir las verdades de la noticia sin caer en preferencia alguna por estar relacionado con la fuente.

El poder es uno de los entes desviadores de la verdad en la noticia y el vínculo con ello interrumpe el carácter objetivo de la información.

Uno de los más grandes periodistas que tuvo el NY Times, afirmó que su viejo método de contar buenas historias se ha perdido. 

A continuación, disfrute, al lado de un buen café, la entrevista que realizó Ana Tagarro a Gay Talese:

No es que tenga nada contra las redes sociales o las filtraciones en Internet. Al contario, pero cree que el `verdadero´ periodismo es otra cosa. Le avala en sus afirmaciones haber escrito el mejor reportaje de todos los tiempos, haber llevado a cabo las investigaciones más completas del siglo XX y seguir en activo a los 76 años. ¿Crisis de los medios? Él lo tiene claro: `Para la verdad siempre hay mercado´.
 
Soy hijo de un sastre severo pero caballeroso de Calabria y de una madre italoamericana amable y emprendedora que dirigía con éxito el negocio familiar de prendas de vestir».

Esta breve presentación biográfica sirve para entender por qué Gay Talese es como es y hace lo que hace. Explica, de entrada, por qué a sus 79 años viste como un personaje de una película de los 30, con un elegante e impecable atuendo en el que no falta detalle. Lleva trajes a medida desde su infancia. Pero también -esconde- -tras el mostrador de la boutique que regentaba su madre- el secreto para convertirse en uno de los más grandes periodistas de la historia.

La señora Talese vestía a las mujeres de clase alta de Ocean View, la ciudad de Nueva Jersey donde nació Gay. «Se probaban las prendas al tiempo que aireaban sus vidas privadas y las desventuras de sus amistades. La tienda era como un programa de entrevistas que se desarrollaba en torno a la afable actitud y las oportunas preguntas de mi madre. Siendo yo un niño, aprendí muchas cosas que me serían útiles años después. Aprendí a escuchar con paciencia y cuidado y a no interrumpir nunca, ni siquiera cuando las personas parecían en apuros para darse a entender: lo que vacilan en contar puede ser muy revelador. Tengo claro que las cuestiones sociales y políticas que marcaron la segunda mitad del siglo XX en EE.UU. se ventilaron antes en la boutique de mi madre mientras yo me hacía mayor».

Talese fue periodista desde niño, aunque su carrera -oficial- empezó en The New York Times, donde trabajó una década. Está considerado uno de los padres del nuevo periodismo, junto con Tom Wolfe y Truman Capote, aunque él rechaza la etiqueta porque cree que algunos miembros de ese -club- «no fueron rigurosos y exageraban la realidad», algo que él considera -delito-. Se le atribuye haber escrito «el mejor reportaje jamás publicado», un perfil que apareció en 1966 en Esquire titulado «Frank Sinatra está resfriado», y ha llevado a cabo dos de las investigaciones periodísticas más espectaculares de la historia, compiladas en sendos libros ahora publicados en España: La mujer de tu prójimo, sobre la revolución sexual en los 60, y Honrarás a tu padre, sobre una familia de mafiosos.

Talese lleva 50 años casado con Nan, una conocida editora, y tiene dos hijas. Viven en la misma casa del West Side de Nueva York desde que se casaron, aunque han ido comprando diferentes plantas del edificio hasta hacerse con todo. Él trabaja en el sótano, rodeado de cientos de cajas y cuadernos de notas. No tiene móvil ni e-mail. Prefiere los métodos tradicionales. En el bolsillo lleva unos tarjetones donde sigue tomando nota a mano de las cosas que le interesan o de ideas que le -asaltan-. «No necesito más», dice. Da casi apuro encender la grabadora.

XLSemanal. Sé que usted cree que «las grabadoras mataron el periodismo», pero...

Gay Talese.
No, no importa. En estos casos son necesarias, pero creo que la tecnología no beneficia mucho al periodismo. No solo Internet, sino la grabadora. Esto del cuestionario y la transcripción..., pero, cuando hay poco tiempo, no hay más remedio.

XL. Comprendo que no es su estilo. Sus reportajes siempre han llevado su tiempo, en el de Sinatra tardó cuatro meses, y sus libros le llevan casi diez cada uno. No parece muy compatible con el periodismo actual. ¿Cree que esta profesión ha cambiado para siempre?

G.T. No, no lo creo. En los 60 ya se decía que la televisión iba a acabar con nosotros y no ha ocurrido. Internet tampoco lo va a hacer. El periodismo profesional va a seguir existiendo. Lo que sucede es que hay quienes se llaman a sí mismos `periodistas´ y no son profesionales. Lo que no significa que no tengan derecho a existir. Por supuesto que lo tienen. Pero son los estándares que debe tener un buen periodista.

XL. ¿Cuáles son esos estándares?

G.T. Ser responsable, riguroso y preciso. Los periodistas de verdad comprueban lo que oyen; no hacen circular mentiras ni para conseguir un titular ni para atribuirse haber llegado primero. Hay que tener curiosidad, paciencia y perseverancia. Cuando la gente dice que el periodismo, tal y como yo lo entiendo, está muerto, que las noticias están en Facebook o en los blogs, siento sinceramente que no puede ser, porque sería trágico.

XL. Pero en esos medios también puede estar la verdad, ¿no?

G.T. Si investigas la vida, sea política, creativa, deportiva o científica, tienes que conocer a la gente. Eso no está en Google. No te puedes esconder detrás de tu ordenador todo el tiempo. No tendrás una carrera seria como periodista si no sales a la calle y miras al otro a la cara.

XL. El negocio de la prensa no parece que ir por ahí: no hay presupuesto ni parece que haya interés del público por los temas tratados en profundidad, y los artículos de 20 páginas...

G.T. Siempre hay que tener en cuenta lo que el público quiere, es cierto, pero sin perder de vista el fondo de la cuestión. Lo que tienes que preguntarte es: «¿Está la gente interesada en la verdad?». Si no hay mercado para la verdad, es el caos. Y yo no creo que sea el caso. ¿Y quién va a decirte la verdad? ¿El Gobierno? Los gobiernos nunca lo van a hacer. Nunca lo han hecho. El verdadero periodismo es el que provee la verdad.

XL. ¿En serio cree que en hoy en día obtenemos la verdad de los periódicos?

G.T. La obtenemos del periodismo serio. Alguno queda.

XL. ¿Y no puede ser que quede tan poco que por eso surgen fenómenos como Wikileaks, es decir, que la verdad haya que buscarla fuera de los medios convencionales?

G.T. Yo no creo que eso sea cierto. Creo que el señor Assange ha prestado un gran servicio y no es un criminal. Es lo que antes llamábamos un panfletista. En realidad, el papel clave es el del soldado que le pasó la información. Siempre hay alguien en la corte del rey que filtra lo que sucede dentro del castillo. Muy a menudo, el periodista llega a la verdad a través de eso. Pero la verdad no es solo la filtración. Todavía está por verse si esa información clasificada era realmente tan secreta...

XL. Pero usted, al mismo tiempo, es muy crítico con el periodismo actual y su cobertura de las grandes noticias.

G.T. A las pruebas me remito. La operación contra Bin Laden. La prensa no cuestionó nada. ¡Pero si los Navy Seals son como la mafia! ¿Qué hacen? Llegan, disparan y se van. Eso es lo que hace la mafia. Vale que Bin Laden estaba considerado el mayor terrorista del mundo y el responsable del 11-S. Pero quizá averigüemos dentro de unos años que ni siquiera sabía lo del 11-S, que no lo organizó él, porque esos tipos muchas veces se atribuyen crímenes terribles para capitalizar el miedo que causan. Estoy especulando, pero podría ser. Sin embargo, todos los medios han aceptado la versión oficial. Lo mismo que sucedió de 2001 a 2003. Todos los medios norteamericanos, todos, fueron negligentes. El Gobierno les dijo que había armas de destrucción masiva en Irak y todos lo aceptaron. Sin más.

XL. ¿Y por qué cree que lo aceptaron?

G.T. Averiguar la verdad requiere trabajar. En primer lugar, la mayoría de los periodistas son bastante vagos; los lobbies y los grupos de presión se ocupan de alimentarlos de información sin que tengan que buscarla. Además, ahora los periodistas y la gente en el poder pertenecen a la misma clase, viven en el mismo sitio, se interrelacionan demasiado. Gran parte de los periodistas de mi generación éramos outsiders. Estábamos separados del poder y eso nos daba otra perspectiva. No debería haber esa mezcla de periodismo y poder. ¡Pero si ahora los periodistas hasta van empotrados! Nadie cuya seguridad depende de los militares puede hacer ningún servicio a nada, salvo al Ejército. Por definición. Son mascotas.

XL. Hombre, pero no se puede ir a cubrir una guerra sin protección...

G.T. Por supuesto que sí. Hay un montón de historias que se pueden hacer en un país en guerra sin salir de las áreas restringidas. Por ejemplo, podrías escribir sobre la actividad sexual dentro de la Zona Verde. No es broma. En tiempos de ocupación siempre hay una relación privada entre los invasores y los invadidos. Unas veces es solo sexo; otras, matrimonios. Las historias de las chicas y los bares de Okinawa o Sicilia... ¿Dónde están esas historias iraquíes?

XL. ¿Por eso dijo hace un par de años que quería ir a Irak?

G.T. Sí, quería, pero con setenta y pico años no hay muchos medios dispuestos a darme una credencial.


XL. Se implicaría con el terrorismo como lo hizo con la mafia para escribir una historia. ¿Escribiría la historia del hijo de Bin Laden?

G.T. ¡Me encantaría escribir esa historia! Pero más fácil aún: el que fue ministro de Exteriores de Sadam, Tareq Aziz. ¿Por qué no va nadie a entrevistarlo? Está ahí, en la cárcel: es un cristiano, en aquel mundo, habla inglés...

XL. Lo propondré en mi redacción... Otro de los temas claves de su obra es la sexualidad, un asunto de actualidad con escándalos como el de Strauss-Kahn.

G.T. Es un caso interesante, pero yo no haría la historia de Strauss-Kahn, sino la de la camarera. Y no la de Diallo. Haría una historia sobre la camarera común. Gente que entra en la habitación de un centenar de personas cada día, que saben lo que desayunamos, las medicinas que tomamos..., hasta nuestra vida sexual. Y luego se va a su casa, en la que probablemente no hay nada de ese glamour de los hoteles de lujo... Strauss- Kahn dejará de ser noticia pronto, pero la historia de una camarera la lees dentro de un año y es igual de interesante.

XL. La mujer de tu prójimo cuenta la revolución sexual en los 60 y 70. ¿Cree que es la revolución que más ha cambiado la sociedad?

G.T. Sí, lo creo. Es una enorme revolución. Crecí como un joven católico y, cuando ya era periodista, me di cuenta de que lo que me habían dicho que estaba mal de repente ya no lo estaba. ¿Qué había pasado? El libro trata sobre la redefinición de la moralidad. Trata de definir qué es obsceno. Quería relacionarme con gente obscena y ver qué hacían que los diferenciara de mí... e hice de todo para averiguarlo.

XL. ¿Y no se sentía extraño practicando de repente nudismo, teniendo relaciones sexuales con gente desconocida...?

G.T. Tenía que hacerlo porque me tomo mi trabajo muy en serio, pero debo decir que me resultó fácil. Los seres humanos somos capaces de experimentar un enorme catálogo de emociones y convicciones.

XL. Usted dice que los escándalos sexuales son noticia porque las mujeres han llegado al poder. ¿Lo cree así?

G.T. Por supuesto. Las mujeres fiscales, periodistas y políticas se sienten especialmente ofendidas por la violencia de género y presionan en esta línea. Cuando yo tenía 25 años, los hombres dirigían los periódicos y el sistema judicial, y todos tenían amantes, así que no era noticia. La llegada de las mujeres al poder ha convertido los escándalos sexuales en noticia.

XL. Pero eso es bueno, ¿no?

G.T. En cierto sentido, es malo. Y déjeme que me explique. Si yo antes le decía: «Creo que es preciosa y me encantaría acostarme con usted», no pasaba nada. Era casi un cumplido. Hoy es casi abuso sexual. Hay un caso en EE.UU., el de Anita Hill, que acusó de abuso sexual al juez Clarence Thomas, pese a que nunca le había puesto la mano encima. Y ganó. Las mujeres han conseguido cambiar el lenguaje. Yo ya no sé qué es abuso sexual. ¿Qué es?

XL. No es que yo sea una experta, pero diría que tiene que ver con el poder. Si usted me dice a mí aquí, de igual a igual, que quiere acostarse conmigo, no hay abuso. A lo sumo sería incómodo o inapropiado. Pero si usted fuese mi jefe y me dijese lo mismo, sí sería un abuso, porque tiene un poder sobre mí, podría causarme un daño.


G.T. Totalmente de acuerdo en eso. En una posición de poder, es diferente. Y, por supuesto, creo que se deben perseguir los crímenes sexuales, pero la prensa no debe ser la que marque los códigos de moralidad sexual. A eso me refiero. Y no quiero que se me malinterprete. A veces la gente dice algo ante la grabadora que no era exactamente lo que quería decir. «Pero lo dijiste, está grabado, es tarde». No es justo. En ocasiones dices cosas que no has pensado bien o no has acabado de elaborar. Uno tiene derecho a equivocarse. ¿Ve por qué la grabadora no ayuda al periodismo?

Por Ana Tagarro
 

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