sábado, 4 de diciembre de 2010

¿Qué es más importante la empresa o la familia?


Hoy es sábado, una tarde soleada luego de vivir ayer un día de constante lluvia, prácticamente ayer fue un día negro. El sol no asomó su rostro en ningún momento y la zozobra invadía a los habitantes de los diferentes pueblos del Atlántico.
Durante la tarde de ayer, me llegó un momento del día para elegir entre ir a la empresa a cumplir con mi rutina o ayudar de alguna forma a las personas, nuestra familia, con lo que estaban viviendo debido a la devastación tan fuerte que ha ocasionado el invierno en esta zona.
Aunque la angustia me jalonaba por lado y lado me deje llevar por mi ética y moral, pero había algo dentro de mí, quizás el esquema de vida que he llevado siempre, que me hacía sentir culpable por no ir a trabajar. ¿Qué era? No lo sé, pero la angustia estaba, y me pregunté una y otra vez hasta llegar a una conclusión, que no ponía en duda la importancia del trabajo, pero si el nivel de contundencia que tiene la familia.
Hace un par de días mientras actualizaba mi blog, publiqué un artículo tomado de la revista Dinero donde se exponía una estadística interesante: una persona pasa más del 51% de su tiempo en el trabajo, otro tanto por ciento durmiendo y solo lo que sobra era el tiempo para dedicar a la familia.
Eso cuestionó mucho mi mente y ayer noté con facilidad lo fácil que se puede perder una familia si no se ponen prioridades. Así como también es igual de fácil perder el trabajo por darle relevancia a cosas que dentro de la moral humana son más importantes.
A veces pensar que el trabajo es la acción que nos permite darle lo mejor a nuestras familias es una idea poco humana de lo que en realidad debería ser. Pienso, en mi humilde opinión, que uno debe trabajar para vivir y no vivir para trabajar.
El trabajo debe ser como una escuela de entrenamiento que nos invita a crecer cada día y nos invite a descubrir cuáles son nuestros talentos. Todo esto para lograr algo: Que nos paguen por hacer lo que más nos gusta.
Cuando presencié ayer que personas que han estado bien económicamente, que nunca les ha faltado nada, se vieron amenazadas por la fuerza de la naturaleza y abandonaron sus hogares a la voz de las campanas de su pueblo, me di cuenta que las cosas materiales que conseguimos con el sudor de nuestra frente, no son nada frente a las dificultades que se deben afrontar en familia. Es allí donde realmente se da a conocer los vínculos que se forjaron como personas.
Cuantas veces no nos han sucedido cosas similares y no sabemos si los otros nos van a creer, si el otro está dispuesto a aceptar que le dimos más énfasis a un hecho humano que a la producción económica.
Quizás algunos ya hayan vivido cosas como faltar a una obra de teatro de un hijo porque hay junta de negocios.
Qué difícil es encontrar el equilibrio perfecto entre el valor del trabajo y el amor familiar. Ambos sabemos, usted y yo, que si no trabajamos no podremos darles el sustento a nuestras familias. Eso lo tengo completamente claro, pero ¿tenemos claro el concepto de familia?
Que es más valioso para un hijo, tener un playstation o que su padre pueda jugar con él al menos 2 horas diarias. Estoy seguro que un niño valoraría 2 horas de juego con su papá en una caja de cartón que 8 horas diarias de playstation, solo y frente a un televisor.
¿Qué es más valioso? Salir a las 10:00 p.m. del trabajo para sorprender al superior con resultados, o cenar en familia antes de que los niños se tengan que acostar.
Por estas y muchas razones sueño con empresas que no solo sean socialmente responsables sino que sean también familiarmente responsables.
Conocí alguna vez el caso de una empresa que ayudó a uno de sus colaboradores de una forma particular. El empleado había perdido su casa por culpa del invierno. Toda la casa se vino abajo. La empresa al enterarse tuvo 2 opciones, o darle una ayuda económica, o simplemente darle un mes de incapacidad para levantarse. Pero no hizo ninguna de las 2, hizo algo mejor. El gerente y demás compañeros de trabajo, se pusieron un overol y trabajaron durante una semana hasta que le reconstruyeron la casa. ¿Cuál creen que fue la reacción de ese empleado? Se las comparto: día a día esa persona trabaja por algo más que un sueldo, trabaja por amor a su compañía y por agradecimiento. A diario da lo mejor de sí.
Todo esto gracias a la Responsabilidad Familiar Empresarial.
Saben cómo me enteré de la historia, tomándome un café en un Juan Valdez de Bogotá durante mis horas de trabajo. Y Se preguntarán que hacía yo en un Juan Valdez tomando café en horario laboral. Pues les respondo, estaba buscando nuevas estrategias de comunicación para que la empresa donde trabajaba fuera cada vez más grande, pero en el corazón.
Una vez más gracias por leer mi blog y compartir conmigo una taza diaria de café. Para mí es un placer compartir mis pensamientos con ustedes y espero que ustedes también abran su corazón para compartir las cosas que viven a diario en su trabajo.
Recuerden, construyan una familia sólida para que nada, ni nadie, los destruya, pues un puesto de trabajo puede conseguirse nuevamente pero una familia es una sola y es el núcleo fundamental de la sociedad.
Una abrazo y disfruten su café, de nuevo, yo invito. EB

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